miércoles, 16 de abril de 2008

"Dicen que la gente no se busca, se encuentra. Pero cuando quieres a alguien, y de golpe, desaparece, es como si te hubieran embasado al vacío, hasta que la bolsa no explota, no puedes respirar." Encontré esta perla en el trailer del film "Días de agosto" de Marc Recha.

Muchas veces es complicado encontrar las palabras adecuadas para describir como nos sentimos. Esta frase define a la perfección lo que llaman el duelo. El duelo no es un proceso que tenga lugar únicamente a partir de la muerte de un ser querido. Como bien dice la frase con la que comienza este texto, hay veces en las que simplemente quieres a alguien que, de golpe, desaparece, y ahí también aparece el duelo. Dicen que cada uno vive las fases a su manera. Negación, aceptación, rabia y, finalmente, asunción. La muerte no es una elección, llega y esa persona desaparece. Sin embargo, cuando rompes con tu pareja, repito, rompes, es tu elección. En esa decisión, a veces, nada tiene que ver lo que sientes hacia esa persona, puedes quererla con locura, y sin embargo, saber que no quieres continuar. Una decisión compleja, tomada no sin dificultad, pero al fin y al cabo, una elección.

Pues bien, en este punto me encuentro. Tras la negación, vino la aceptación, hace unas semanas terminaron mis dos meses de rabia. Ahora sólo hay vacío. Ha desaparecido la asfixiante angustia de los primeros días, podría decirse que mi bolsa "ha explotado", y puedo empezar a respirar. Unos días con más ganas que otros. Uno tiene que estar preparado para los bajones, ya se sabe, un día malo no implica un retroceso en la superación de todo este proceso de duelo, y sin embargo "como un abrazo a traición, la herida vuelve a sangrar". Un día sangra, y debes ser tú quien se encargue de parar la hemorragia, no puedes depender de nadie ni de nada, todo debe salir de ti mismo. Cualquier dependencia es nefasta, en cuanto el objeto de nuestra dependencia desaparece nos invade una terrible desazón, y comienza de nuevo ese proceso de duelo a pequeña escala.

Suena duro, pero alguien a quien aprecio me dijo un día que nacemos solos y morimos solos, que en este camino encontramos gente, amigos, familia, que están a nuestro lado, pero que siempre estamos solos. Nada más cierto, nada más paradójico, teniendo en cuenta que al fin y al cabo todos tenemos las mismas necesidades de afecto, atención...tan iguales y tan distintos y distantes. Nos movemos por el mundo como mónadas que somos. De vez en cuando, la vida nos da un respiro, una ilusión de trascendencia, aparece el amor, un otro, un otro...algo externo, de lo que no podemos depender. Qué pena que haya fallecido Derrida para no poder preguntarle cómo aprender a vivir por fin.

No hay comentarios: